¿Sabemos lo que comemos?
07/07/2016
Por Janire M. Cabrera. Fundadora y Directora de Vacuum Media Studio.
Desde hace unos años la mentalidad de la sociedad está dando un giro de 180 grados. Nuestros abuelos concebían la comida por lo que la tierra y los animales les daban, alimentándose solo muy excepcionalmente de comidas que no hubieran elaborado ellos mismos. Sin embargo, nuestros padres, que han vivido el auge de la vida rápida, se han contagiado de esa prisa, sin poder pararse a valorar, en ocasiones, si todo lo que hay en el supermercado es saludable. Por fin, creo observar en parte de mi generación que algunos estamos tomando conciencia de lo que comemos realmente y de cuánto nos influencia la publicidad.
La industria alimentaria es una de las más poderosas a nivel mundial, hecho que choca con los datos del Programa Mundial de Alimentos (WFP por sus siglas en inglés), que reflejan que 795 millones de personas no tienen suficientes alimentos, es decir, una de cada nueve personas en el mundo. Llama aún más la atención, si cabe, que dentro de la cifra mencionada el 12,9% padece desnutrición viviendo en países desarrollados. En definitiva, mientras medio mundo se muere de hambre, el otro medio fallece por patologías asociadas al sobrepeso y la obesidad.
La OMS (Organización Mundial de la Salud) y la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) publicaron en 2003 un informe en el que destacaban, entre otras razones, la excesiva ingesta de azúcares, grasas y sal, como principales factores de la “epidemia” de sobrepeso y obesidad actuales y, por tanto, del aumento de las patologías asociadas.
Michael Moss, periodista de investigación, ha publicado el libro Salt, sugar, fat: How the Food Giants Hooked Us, resultado de un estudio realizado en 2010 que refleja cómo las empresas, conociendo el poder adictivo del azúcar, lo añaden como ingrediente extra en los alimentos para atraer a los consumidores, sin proporcionarles la información adecuada. Sin embargo, su libro no hace más que hacer hincapié en teorías que se conocen desde los años 50 a 70 del siglo XX, cuando la industria alimentaria estadounidense empezó a presionar e influir sobre las alertas de las agencias de salud pública de los Estados, al respecto del consumo de azúcar, como publicaba, por ejemplo, El País en un artículo de 2015.
Aunque el azúcar es un elemento esencial en la alimentación humana, según el periódico ABC, la propia Organización Mundial de la Salud señalaba, también en 2015, que “actualmente, gran parte del azúcar que consumimos diariamente se encuentra oculta en alimentos que no son considerados como dulces. A título de ejemplo, el informe indica que una cucharada de salsa de tomate ketchup contiene 4 gramos de azúcar y que una lata de refresco dulce tiene hasta 40 gramos de azúcar, el equivalente a diez cucharadas de café (…) en el continente europeo, los mayores consumidores de azúcar son España y Reino Unido con un aporte diario del 16 al 17% de la ingesta calórica (…)”. En cuanto al consumo entre menores, los niños portugueses son los que más consumen azúcar, un 25% diario –según el artículo-.
Ante esta situación, la reducción del consumo de azúcares, sal y grasas (especialmente, las perjudiciales, como las saturadas) son la prioridad de las políticas de salud pública para las próximas décadas, como ya reflejó el libro “Alimentación y Derecho”, coordinado por el Dr. Aranceta (Sociedad Española de Nutrición Comunitaria) y por Nuria Amarilla (Eupharlaw) en diversos capítulos: como el dedicado a los perfiles nutricionales del Reglamento CE 1924/2006, junto con el capítulo que aborda la información, la educación y la legislación como herramientas ante el reto de la obesidad creciente, o el dedicado a los estudios de dieta total en salud pública.
Como consumidora me pregunto: Si hay alimentos perjudiciales para la salud, ¿por qué siguen a la venta? Sé que en el sector alimentario se afirma que no existen alimentos buenos o malos, pero ¿por qué no se advierte a los consumidores de forma clara al respecto de los perjuicios que puede ocasionar un consumo excesivo y cuáles son todas las fuentes? Y me doy cuenta de que otro libro publicado por Eupharlaw hace una década, “El derecho a la información en salud alimentaria”, ya planteaba la necesidad de respetar este derecho para que la población pueda optar por elecciones saludables, ya que sólo se puede decidir realmente si se cuenta con suficiente información, veraz y objetiva.
Otra cuestión que me preocupa son las noticias sobre sospechas al respecto de presiones, por parte de las multinacionales, a las autoridades sanitarias y científico-sanitarias de todo el mundo. Un vídeo de la ONG CEO (Corporate Europe Observatory) denuncia la existencia de los conocidos como “grupos de presión”, dentro del ámbito de la alimentación en la Unión Europea. En dicho video, CEO denuncia la existencia de vínculos entre decisores de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés) y las mayores empresas del sector alimentario mundial, y plantea si es posible la independencia necesaria de los servidores públicos respecto de los intereses económicos de las grandes corporaciones, cuando la salud pública está en juego.
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