La mujer es diferente en la salud y en la enfermedad
Sagrario Mateu Sanchís. Ginecóloga. Jefa de salud de la mujer y de la infancia desde 1983 hasta 2019 en el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social.
- Recomendamos el libro de la Dra. Carme Valls i Llobet que acaba de reeditar con la ed. Capitán Swing su libro publicado originalmente en 2006 “Mujeres invisibles para la medicina”
- Este libro añade reflexiones que confirman que es indudable que el sesgo de género contamina la investigación y la práctica clínica con medicamentos y productos sanitarios
En 1960, la Sociedad Americana de Ingenieros de Calefacción, Refrigeración y Aire Acondicionado, desarrolló un modelo para determinar la temperatura óptima de una oficina para garantizar el bienestar de los trabajadores, lo que mejoraría su rendimiento. El modelo utilizado fue el de un varón de 40 años vestido con traje y corbata además de los correspondientes factores como temperatura, velocidad y humedad del aire, la ropa que se utiliza y la velocidad a la que nuestros cuerpos producen calor. El resultado fue una “temperatura confortable”, que para las mujeres es 2ºC más fría de lo que ellas consideran confortable[1]. Bien es cierto que el modelo humano elegido representaba la mayoría de los trabajadores de oficina por entonces, dado que el número de mujeres era mucho menor que el de hombres.
Por lo que, si hemos de hablar de diferencias en atención en salud, investigación, utilización de fármacos, etc. entre mujeres y hombres, entonces y ahora, estas no pueden desligarse de las diferencias y desigualdades de género existentes. En la medida en que las brechas entre hombres y mujeres en todos los aspectos de la vida disminuyan, las desigualdades en lo concerniente a la salud y la enfermedad también disminuirán.
El sesgo de género en ciencia y tecnología está, en primer lugar, asociado a los datos que afectan a las mujeres en muchos ámbitos y en ciencia médica y farmacéutica en particular. Tras la brecha salarial, es un tema de discusión fundamental la gigantesca brecha de datos e información científica asociada a la salud de las mujeres[2].
En 2011 las autoridades de la ciudad de Karlskoga, en Suecia, decidieron revisar todas sus políticas públicas para dotarlas de un sello de equidad de género. Como ejemplo en lo que se refería a las de transporte vieron claramente que hombres y mujeres no se desplazan de la misma forma por las ciudades. No existían ni existen aun, datos desagregados por sexo para cada país y los que existen muestran claramente que las mujeres son las que más caminan o utilizan el transporte público. En Francia se ha estudiado y comprobado que dos tercios de los pasajeros del transporte público son mujeres, algo que también se repite en Filadelfia y Chicago en Estados Unidos, donde las mujeres constituyen el 64 y 62% respectivamente de quienes utilizan el transporte público. Diferencias entre salud y enfermedad están asociadas indefectiblemente a diferencias entre hombres y mujeres como ésta y otras muchas. Los cinturones de seguridad están claramente diseñados teniendo en cuenta la fisiología masculina, lo que probablemente explica por qué las mujeres tienen un 73 % de probabilidades de sufrir heridas en un accidente de tráfico, comparado con lo que ocurre con los hombres y así, muchos otros ejemplos.
La medicalización de la salud y de la vida de las mujeres y la medicalización de los factores de riesgo, problema común actualmente en ambos géneros pero mayor en las mujeres, están una vez más unidos a las diferencias socioculturales: las mujeres tienen menos tiempo y posibilidades de hacer ejercicio y actividad física en muchos estamentos de nuestra sociedad lo que las lleva entre otras cosas a priorizar el consumo de Estatinas sobre el ejercicio ante un popular factor de riesgo como es el colesterol.
Ya en el año 1993 la Agencia Americana del Medicamento (FDA, por sus siglas en inglés) levantó la prohibición, establecida en los años 70, para que las mujeres participasen en los ensayos clínicos. Aun así, actualmente sigue habiendo un desequilibrio entre el número de hombres y mujeres que acceden a los mismos, como recoge Infosalus[3], y el hecho de que los resultados no se desagreguen por sexo y la subrepresentación de las mujeres en las etapas de estudio de los fármacos constituyen una problemática grave.
Karoline Criado-Perez recoge también en The Woman invisible (ver nota 2) un análisis reciente de 86 fármacos diferentes que describe cómo la forma en que un fármaco se mueve a través del cuerpo, algo conocido como farmacocinética, puede producir diferencias en las reacciones adversas a los medicamentos relacionadas con el hecho de ser hombre o mujer. Los análisis muestran que a pesar de que los participantes en esos estudios recibieron la misma dosis del fármaco independientemente del sexo, en más del 90% de los casos, las mujeres sufrieron peores efectos adversos para la salud, comparado con los hombres. Estudios como este hoy son numerosos.
En 2017 la directora del Programa Mujer, Salud y Calidad de Vida y presidenta del Centro de Análisis y Programas Sanitarios (CAPS), Carme Valls i Llobet, lo explicaba por los sesgos y estereotipos que han girado en torno a la salud de la mujer: “Hubo un tiempo en el que la gente pensaba que las mujeres no podían tener un infarto y por eso no se incluían en los ensayos, ya que se pensaba que muchos de los síntomas eran algo biológico e, incluso, psicológico”
La Dra. Carme Valls i Llobet ha reeditado en 2020 su libro publicado originalmente en 2006 “Mujeres invisibles para la medicina”[4] revisándolo y actualizándolo, comprometido con la sociedad, como es la autora y con sus cambios sociales y culturales. No es un libro victimista en absoluto pero de su lectura se desprende la incuestionable necesidad de modificación de los modelos sanitarios actuales.
Este libro añade reflexiones que confirman que es indudable que el sesgo de género contamina la investigación y la práctica clínica, siendo particularmente importantes las consecuencias de esto en lo que se refiere a todos los ámbitos que abarca el Derecho Farmacéutico. Destacamos el capítulo “La invisibilidad de las mujeres en los tratamientos” en el que analiza entre otras cosas las causas de la escasa participación de las mujeres en los ensayos clínicos por dificultades de acceso a los mismos, por riesgos reproductivos y teratogénicos, porque debido a la diferente farmacocinética entre hombres y mujeres -no discutida científicamente en la actualidad-, su estudio previo encarece y complica la puesta en mercado de nuevos fármacos, etc.
Por lo que es inevitable la conclusión de que solo Políticas sanitarias firmes y claras en la diferenciación de sesgos entre géneros respecto a la recogida de datos epidemiológicos y en los ensayos clínicos del desarrollo de nuevos diagnósticos y nuevos fármacos que lo incluyan como parámetro de estudio, junto con cambios de modelos de atención sanitaria correlativos, son urgentes e imprescindibles para la mejora de la salud de las mujeres y, consecuentemente, de toda la sociedad.
[1] Mujeres invisibles. La exclusión de las mujeres en estudios clínicos y sesgo en la dosis de los medicamentos. Gabriel León, octubre 2020
[2] The woman invisible. Karoline Criado-Perez. Ed. Seix Barral 2019
[3] Discriminación de mujeres en el acceso a los ensayos clínicos y en la valoración de los efectos secundarios de fármacos
[4] Mujeres invisibles para la medicina. Carme Valls i Llobet. Ed. Capitán Swing.2020
Desde Eupharlaw queremos agradecer a nuestros suscriptores del Blog sobre Derecho de la Salud, que sigáis con nosotros después casi 20 años de recorrido ¡Y también a los nuevos!
Recibirás artículos sobre Derecho Farmacéutico, Derecho Alimentario y Derecho Sanitario, por email cada 15 días.
Además, hasta fin de año, si tienes alguna duda o podemos ayudarte con algún proyecto, puedes contactarnos a través de este formulario, para recibir una valoración inicial gratuita.