La lucha contra los residuos plásticos, todo un reto en plena crisis del COVID-19
Guantes, EPIs, bolsas… El Covid-19 ha generado la necesidad de producir en masa productos plásticos que los gobiernos necesitan desesperadamente a nivel mundial para aumentar sus existencias destinadas tanto al sector sanitario como al resto de ciudadanos, que también reclama su parte de suministros. Una producción, por tanto, necesaria pero que, a la vez, ha hecho saltar todas las alarmas para los activistas ambientales, que ponen en cuestión el control sobre el lugar en el que terminan estos productos y advierten del desafío que representa reducir la contaminación por plástico, en un momento en el que este aspecto queda, como es lógico, en un segundo plano.
A nivel local, aunque el parón económico en nuestro país ha evidenciado una notable disminución de los desechos, el sistema de residuos español ha cambiado la forma de administrar las basuras con la intención de contener el virus, suprimiendo la separación manual de residuos en las plantas de reciclaje, lo que supone una verdadera amenaza para el medio ambiente, tal y como denuncian las organizaciones ecologistas.
Según Carlos Arribas, responsable de Residuos de Ecologistas en Acción, “los impactos del coronavirus están siendo muy negativos. La orden del Gobierno prohibía el triaje manual en las plantas de residuos, con lo que estas plantas de selección, que no disponen de máquinas adaptadas para separar, lo terminan llevando directamente a los vertederos”.
La producción en masa de elementos de protección de plástico y las nuevas directrices en cuanto a gestión de residuos suponen, por tanto, una combinación que implica que las tendencias en cuanto a la presencia de residuos de plástico en nuestro día a día podrían significar años de problemas para nuestros océanos ya contaminados.
Como se viene denunciando desde tiempo atrás, este tipo de productos se descomponen y se suman a las, por desgracia, nutridas colecciones de microplásticos en nuestros mares, aire y alimentos. En este sentido, resulta irónico reparar en que, mientras producimos y desechamos plástico para combatir una crisis de salud pública, podemos estar contribuyendo lentamente a otra.
Jesús Gago, investigador del Instituto Oceanográfico de Vigo, recomendaba ya en una entrevista de febrero de 2019 que los plásticos debían reducirse y eliminarse “de todos los productos en donde no sean estrictamente necesarios”. “No necesitamos usar dos botellas de plástico al día. Además, se han añadido microplásticos de manera intencionada a cosméticos y pastas de dientes. Hay que prohibirlo y regularlo”, manifestaba entonces.
Analizada la situación en relación con el retroceso que ha supuesto la citada pandemia en el camino andado para conseguir reducir los residuos plásticos en nuestro entorno, ¿hay alguna esperanza para que se consiga? Parece que sí: un pequeño “respiro” por parte del Parlamento Europeo, cuyo pleno aprobó a mediados del pasado mes de marzo la prohibición de los plásticos de un solo uso en la Unión Europea a partir del próximo 2021.
Los productos que deberán desaparecer son bien conocidos por toda la población: cubiertos de plástico de un solo uso (cucharas, tenedores, cuchillos y palillos), platos de plástico de un solo uso, pajitas, bastoncillos de algodón para los oídos fabricados en plástico, palitos de plástico para sostener globos, y plásticos oxodegradables y contenedores alimenticios y tazas de poliestireno.
Por otro lado, la planificación de las medidas relacionadas indica que los Estados miembros tendrán que recuperar el 90% de las botellas de plástico en 2029; en 2025 el 25% del plástico de las botellas deberá ser reciclado y el 30% en 2030. Todas ellas suponen pequeños (analizados desde el punto de vista de los plazos) o grandes avances (ampliando la perspectiva) en cuanto a la regulación de la presencia del plástico en nuestras vidas.