Herramientas frente a la “epidemia del siglo XXI”
25/10/2016 El sobrepeso y la obesidad se definen como una acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) han aumentado exponencialmente en todo el mundo desde 1980, tanto a nivel nacional como internacional. Los malos hábitos alimentarios, por falta de información nutricional o escasez de recursos económicos para optar a una dieta saludable, y el fomento del sedentarismo, a causa de las nuevas tecnologías, los nuevos puestos de trabajo y otros factores influyentes, se han convertido en un problema importante y muy presente en el panorama mundial.
Siguiendo con los datos de la OMS sobre la obesidad en adultos, en el año 2014 el 39% de las personas mayores de 18 años tenían sobrepeso y el 13 % eran obesas, pero más preocupantes aún son los de la obesidad infantil, pues la OMS cifró en 41 millones de niños menores de cinco años que tenían sobrepeso o eran obesos en el año 2014.
En España, según un estudio realizado por del Instituto Nacional de Estadística (INE), la OMS y la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO) en 2010, el 18,67% de los niños sufren sobrepeso y el 8,94% son obesos. La obesidad entre los más pequeños está tomando proporciones muy alarmantes en muchos países, por lo que se ha convertido en una prioridad de salud pública en todo el mundo.
El informe de la Organización Mundial de la Salud, con datos de 2014, concluye que el 48% de los niños con sobrepeso vive en Asia y el 25% en África. Esto puede sorprender, ya que se tiende a creer que los países más desarrollados son aquellos en los que existe una mayor obesidad infantil, pero no es así. Muchos niños en países en vías de desarrollo o del Tercer Mundo son obesos antes de los 5 años, fundamentalmente por los condicionantes sociales. Las dificultades existentes en los lugares más pobres para poder llevar una alimentación sana y equilibrada, la falta de acceso a alimentos saludables, además de la mala alimentación de los progenitores, son los principales factores.
De hecho, cuando preguntamos al Profesor Javier Aranceta, Presidente de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC), y Director de la Unidad de Nutrición Comunitaria del Servicio de Salud Pública del Ayuntamiento de Bilbao, sobre quién tiene mayor responsabilidad en la obesidad infantil, nos explicó, entre otras cuestiones, que “la obesidad es un problema de todos.(…) La alimentación durante el embarazo va a ser muy importante. Y, después, los diez o doce primeros años de vida, yo entiendo que hasta que se completa el periodo de crecimiento y desarrollo, la alimentación es un elemento que debe ser cuidado con mucho cariño y evidencia científica. Y así, podemos completar una fase eficaz de prevención de la obesidad y también de lo que se llama prevención temprana de las enfermedades crónicas. De tal manera que ahí tenemos responsabilidad los padres, los que vamos a ser padres, los ciudadanos, las familias, la Administración, el Sistema Sanitario… Todos tenemos que intentar que nuestros hijos y las nuevas generaciones, y que la epigenética, tenga un sentido positivo cuando el medio ambiente también tiene un formato positivo.”
Vemos como las palabras del experto no nos conducen exclusivamente a fomentar la educación alimentaria de los niños, sino que nos aconsejan insistir en la formación y cambio de hábitos de los adultos, responsables de la alimentación de sus hijos. Es imprescindible promover una información alimentaria correcta, objetiva y adecuada a las diferentes etapas de la vida.
Volviendo al informe de la OMS, desarrollado por la Comisión para acabar con la obesidad infantil nos detenemos en que “entre 1990 y 2014 la prevalencia del sobrepeso entre los niños menores de cinco años pasó de un 4,8% a un 6,1% y el número de niños afectados, de 31 a 41 millones. En los países de ingresos medianos bajos, el número de niños con sobrepeso se multiplicó por más de dos en ese mismo periodo, pasando de 7,5 a 15,5 millones.” Los expertos coinciden en que los hábitos de vida han cambiado a nivel internacional, ahora la globalización y urbanización promueve espacios obesogénicos en todos los ámbitos económicos, altos, medios y bajos.
La Dra. Sania Nishtar, Copresidenta de la Comisión que ha desarrollado el informe, afirma que “el sobrepeso y la obesidad influyen en la calidad de vida de los niños, pues los exponen a toda una serie de dificultades, en particular a consecuencias de orden físico, psicológico y sanitario. Sabemos que la obesidad puede repercutir también en el nivel de instrucción, lo cual, unido a la probabilidad de que esos niños sigan siendo obesos en la edad adulta, entraña graves repercusiones sanitarias y económicas para ellos, sus familias y la sociedad en su conjunto.”
En el informe de la OMS se lanzan seis recomendaciones para los gobiernos, con el objetivo de atajar la obesidad infantil:
Promoción del consumo de alimentos saludables.
- Fomento de la actividad física.
- Atención pregestacional y durante el embarazo.
- Alimentación y actividad física en la primera infancia.
- Salud, nutrición y actividad física de los niños en edad escolar.
- Control del peso.
Posiblemente, en gran medida, la solución para finalizar el problema mundial de la obesidad infantil sería introducir en la sociedad la Educación para la Salud y, concretamente en este caso, Educación Alimentaria, tal y como señalaban ya hace una década el Dr. Jesús Sánchez Martos, Catedrático de Educación para la Salud de la UCM, actualmente Consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, y la profesora Carmen Gamella Pizarro, Profesora Titular de Educación para la Salud de la misma universidad, en el libro publicado por Eupharlaw, El derecho a la información en salud alimentaria: “la Educación para la Salud es un proceso mediante el cual intentamos mejorar el conocimiento, en nuestro caso en materia de alimentación, e intentamos también desarrollar una sensibilidad y una actitud receptiva, así como generar y establecer hábitos y comportamientos alimentarios a favor de un mejor estado de salud”.
En definitiva, una correcta información alimentaria y la educación para la salud son herramientas indispensables frente a la “epidemia del siglo XXI”.
SABER + QUERER HACER + SABER CÓMO HACER = COMPORTAMIENTO SALUDABLE
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