El mercado de la belleza arrasa en España
Por Mario Lozano Arjona, abogado y PhD Doctorante. Profesor de Derecho Civil
Seguramente muchos de nosotros nos sorprenderíamos si se nos dijera que el 8% de las intervenciones estéticas que se realizan en el mundo suceden en España, o si se nos dijera que España es, desde 2006, el primer país europeo en volumen de intervenciones estéticas y el cuarto a nivel mundial (por detrás de Estados Unidos, Brasil y Argentina), pues bien, dejemos de sorprendernos porque ni la crisis ha podido con el mercado de la belleza. Estos datos fueron confirmados en el año 2014 , a pesar de que España es uno de los países en los que la crisis financiera ha tenido mayor impacto en la economía doméstica.
La belleza y el bienestar son cuestiones que cada vez nos preocupan más: sentirnos bien, cuidar nuestra imagen y con ella potenciar y desarrollar relaciones sociales y profesionales más interesantes parece el objetivo ciudadano a perseguir. Así, como se ha visto, los españoles somos capaces de tomar decisiones drásticas y cortar por lo sano con tal de sentirnos mejor.
Sin embargo, los avances tecnológicos hacen que cada vez existan mayores alternativas a las cirugías. Son alternativas menos invasivas, algunas en sede de medicina estética, como las aplicaciones de laser dermatológico o las inyecciones de toxina botulínica – más conocido como bótox – o ácido hialurónico. Aunque parezcan más sencillas que la cirugía, deben siempre ser realizadas por profesionales cualificados, dado que pueden suponer un grave riesgo para la salud si son mal aplicadas, especialmente el bótox, que en realidad es un potente veneno que paraliza los músculos del cuerpo, y que antes de usarse para rellenar las arrugas faciales se usaba para curar el estrabismo y para mejorar la situación de enfermos con parálisis parciales del cuerpo.
También son cada vez más frecuentes las alternativas farmacológicas. Según publicaciones de este verano, es muy usual que los laboratorios farmacéuticos reutilicen fármacos o composiciones químicas cuyas aplicaciones no han tenido mucho éxito en el ámbito de la salud, dentro del mercado de la belleza, al observar que ciertos efectos no pretendidos redundaban en el físico de los usuarios. Ha sido el caso del ácido retinoico o de los complejos vitamínicos, especialmente de los que llevaban como base la Vitamina C, que hace décadas se venía usando como tratamiento contra la anemia y en la actualidad forma parte de muchas fórmulas de cosméticos de gran consumo, al haberse observado los beneficios de su consumo para el cuidado de la piel.
En ocasiones los laboratorios conocen de casualidad un efecto no esperado pero que no puede tener la consideración de adverso en sus fármacos. Por ejemplo existen colirios de oftalmología para tratar la presión intraocular que tienen como compuesto base la prostagladina. Se observó que los pacientes que usaban el fármaco obtenían un mayor volumen en las pestañas y las firmas de cosmética al descubrir esta reacción concatenada empezaron a crear productos y fueron desarrollando cosméticos crecepestañas con derivaciones menos agresivas de la prostagladina, ya que como fármaco de eficacia demostrada en el tratamiento del glaucoma ocular, sí que tiene reacciones adversas como la alteración de la pigmentación del iris, la irritación del globo ocular, la rojez y algunos otros.
Es decir, observamos cómo los fármacos acceden también al mercado de la belleza, aunque sea mediante la reinterpretación de sus fórmulas. Sin embargo, pueden desarrollarse situaciones de riesgo, dado que usar un fármaco sin padecer una enfermedad puede comportar un riesgo y algunas organizaciones estatales de medicamentos ya se plantean limitar el acceso a esos fármacos con el objetivo meramente estético.
Puesto que los productos cosméticos también son controlados por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS), en ocasiones surgen alertas de algún problema de seguridad sobre este tipo de productos. Es el caso de la alerta que lanzó la AEMPS sobre once cremas comercializadas por la línea de cosmética de los supermercados Mercadona, al comprobar que existía un error en la composición de las mismas por unir dos elementos que juntos pueden provocar reacciones nocivas que han sido relacionadas con algún tipo de tumor. Sin embargo, la AEMPS no exigió que se retirasen los productos del mercado, sino que no se volviera a usar la unión de los dos elementos en las formulas a futuro. Fue la propia comercializadora la que decidió retirar del mercado los productos para evitar sospechas.
Existe, además, una tercera cara de la belleza y el bienestar que se encuentra en auge. Se trata del sector de la nutrición y el uso de alimentos específicos con fines cosméticos, o como potenciadores.
Son conocidas como las otras dietas puesto que abandonan el clásico objetivo de pérdida drástica de peso y buscan el crecimiento del pelo, de las uñas, la mejoría de la piel del rostro y otros muchos resultados más. No podemos dejar de ser prudentes con este tipo de dietas, por lo que el consejo siempre es consultar con los expertos.
El mercado de la belleza es tan fuerte que incluso han aparecido profesiones nuevas ligadas a él, que relacionan el mundo de la cosmética, la farmacología y la investigación clínica. Es el caso de los Beauty Hunters – o cazadores de belleza -, que son en realidad buscadores de nuevos productos naturales que puedan servir como base en la elaboración de fármacos con objetivos cosméticos exclusivos y que se basan en el estudio de ingredientes exóticos y las posibilidades que ofrecen al ser combinados.
La belleza vende y nadie en las industrias cosméticas, alimentarias y farmacéuticas quiere quedarse al margen de los beneficios que pueden obtenerse comercializando productos con finalidad estética, pero debe garantizarse tanto la seguridad como la información veraz de los ciudadanos.