Desperdicio de comida y alimentos ultraprocesados: el drama global al que movimientos sociales y profesionales del derecho plantan cara
Nuestro planeta tira a la basura cada año un tercio de la comida producida a nivel mundial: 1.300 millones de toneladas de alimentos aptos para el consumo se echan a perder mientras, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), una de cada nueve personas pasa hambre.
Por este motivo, es lógico el interés mostrado por distintos estamentos supranacionales en cuanto a conseguir poner freno al drama global que supone, por un lado, el desperdicio de comida y, por otro, la creciente presencia en nuestras dietas de alimentos ultraprocesados —salubres pero, indiciariamente, manifiestamente insanos[1].
El desperdicio de comida
En este sentido, cabe destacar que es creciente la concienciación social que se evidencia al respecto y cómo las tecnologías desempeñan un papel importantísimo para que así sea: aplicaciones como Too Good To Go, que representa un movimiento social que lleva desde 2016 luchando contra el desperdicio de alimentos, conecta a establecimientos que tienen excedentes diarios de comida con personas dispuestas a salvarlos a cambio de precios reducidos.
El proyecto surgió después de que los responsables de la plataforma fueran testigos en un buffet libre de cómo “toda la comida que no se había consumido al finalizar el servicio y que estaba en perfecto estado terminaba en los cubos de basura”. “Una barbaridad que nos dio una idea”, recuerdan, “todos salen ganando porque los establecimientos reducen su desperdicio y los usuarios descubren nuevos lugares y ahorran dinero”.
Todavía siendo una aplicación relativamente joven, con una antigüedad de tres años, ya ha sumado a su causa más de 9,5 millones de usuarios. Estos, junto con la necesaria aportación de los más de 17.000 establecimientos asociados, han conseguido salvar ya nada desdeñable cantidad de 10.092.382 packs de comida.
El planteamiento de inicio para el usuario de esta aplicación es que el interior de los packs no se conoce hasta el momento en el que se recogen, dado que resulta imposible predecir cuáles son las sobras que se acabarán generando en un restaurante, una pastelería, una frutería o un supermercado. Lo que sí se sabe de antemano es que el precio de la gran mayoría de tuppers oscila entre los 2 y los 5 euros. Y su funcionamiento es muy sencillo: basta con registrarse, elegir el establecimiento del que queremos adquirir comida, realizar el pedido, pagar a través de la aplicación y recoger nuestro tupper en el lugar y el horario acordados.
Además de permitir a sus usuarios comer a cambio de muy poco y de ayudar a sus asociados a dar salida a su excedente diario a través de nuevos clientes, el principal objetivo de Too Good To Go es “concienciar sobre hábitos de consumo más responsables en busca del desperdicio 0 y de que comida producida sea igual a comida consumida”.
El derecho de la nutrición
Una suma de factores, entre los que se encuentra una creciente presencia en nuestras dietas de alimentos ultraprocesados, ha generado la aparición, dentro del derecho alimentario, del derecho de la nutrición. Ambos se diferencian porque, mientras que el objetivo del derecho alimentario es garantizar nuestro acceso a una alimentación segura —defendiéndonos, por ejemplo, de fraudes alimentarios o de malas prácticas de higiene—, el derecho de la nutrición busca salvaguardar a la población de los efectos negativos sobre su salud a medio o largo plazo del consumo generalizado de alimentos seguros (sin patógenos) pero malsanos (Ojuelos Gómez, 2019).
Además del desperdicio de alimentos, y tal y como señalaba Francisco José Ojuelos Gómez en el artículo publicado en nuestra web “El derecho de la nutrición: una realidad necesaria”,cada vez comemos peor, aunque nuestra alimentación es más segura. El último informe de consumo de alimentos en España disponible, relativo al año 2017 acredita que la alimentación fresca se sitúa ya por debajo del 40% (39,9%, en concreto) del volumen de las compras de los hogares. En 2016 la alimentación fresca representaba el 41% del volumen. La evolución apreciada en el informe de 2015, refleja, para el periodo 2008-2015, un descenso acumulado del 10,4% en volumen de alimentación fresca en esos años. Nuestra alimentación está cambiando al mismo ritmo en el que se consolida nuestra sensación de seguridad alimentaria: nunca hemos tenido acceso a tantos productos alimentarios tan seguros”, pero tan poco nutritivos.
[1] Ojuelos Gómez, Francisco José (6 de marzo de 2019). El derecho de la nutrición: una realidad necesaria. Recuperado de https://eupharlaw.com/el-derecho-de-la-nutricion-una-realidad-necesaria/